VIVIR LO SOÑADO
Editorial Betania, 2002 | |
CUENTO Vivir lo Soñado (pdf en Español y traducción al Griego) |
VIVIR LO SOÑADO
Prólogo
Una narración breve es como el resumen de una intensidad. El narrador
recuerda la anécdota que lo desvió de la progresión
monótona de un día cualquiera y que ocupó por derecho
propio una pequeña parcela dentro de su memoria. Protegido en se
soledad, abstraído de los vecinos incómodos y oculto de las
visitas innecesarias, el escritor rumia sus recuerdos, los revive y los
recrea, escoge las palabras justas, consciente de que se ha propuesto trasmitir
ese momento que lo dejó marcado y que no le estará permitido
distraerse en reflexiones empecinadas ni malgastar su prosa con los alardes
de la pirotecnia verbal. Tiene un objetivo único e indiviso: conseguir
que el lector penetre por el mismo agujero y experimente la virulencia evocada
por un señor que cuenta una historia. O dicho de otra manera, el
lector que abra este libro tendrá la opción de vivir, no lo
que el autor ha soñado, sino simplemente lo que ha recordado. Lo
demás, sobra.
Ismael Sambra ha convertido un cuaderno con quince relatos breves en un
cuidadoso resumen de episodios intensos, entresacados de un ejercicio vital
repleto de accidentes e incidentes. Un lector avisado podrá sentir
los efectos inquietantes de una confirmación; un lector profano estará
abocado a una revelación. Pero el lector utópico y visceral
deberá tomar precauciones para no llevarse un disgusto gordo. Porque
Sambra es uno de esos muertos que ha escapado del Cielo para contarnos que
Dios no existe. Y que allí, de donde el viene, no hay Paraíso
ni un carajo. Sambra muestra sin necesidad de demostrar. Rasga el disfraz,
descarna. Luego fotografía. Y en cada una de sus narraciones deja
un espacio preciso para que el lector concluya. Su selección de quince
momentos que interrumpen una monotonía, episodios aislados que no
pueden concebirse sino como los ingredientes de un guiso indigesto que podríamos
llamar Potaje a la cubana, componen un archivo de sentimientos rotos donde
se juntan la sorpresa, la inocencia traicionada, el sexo como escondrijo
desesperado, la adolescencia mutilada que años después perdurara
como asignatura pendiente. Y por supuesto, la muerte, siempre presente en
la comedia cubana, una palabra que cierra la más conocida de sus
consignas. Como una advertencia.
Una ideología patética aplicada rigurosamente sobre individuos
indefensos y sumergida en un claustro fundamentalista donde el único
empeño es ataviar el Líder con la indumentaria de un profeta
terrícola que trepó al escenario y se empotró en la
Historia sin que nadie se lo hubiese solicitado, acaba por empujarnos al
espacio vacío del desarraigo. Sambra recoge las consecuencias cotidianas
de un experimento social incapaz de reconocer un fracaso. Su fracaso. Pero
al contrario del lector individualista que ahora suscribe este Prólogo,
el autor de Vivir lo Soñado… no es un escéptico consumado.
Sambra cree. Es capaz de negar sin renegar. No es absoluto. Ya lo demostró
en sus reflexiones sobre José Martí en las que presentó
con argumentos acertados e incontestables al Maestro como principal opositor
del régimen de Fidel Castro. La humillación de la cárcel
no ha deteriorado las esperanzas de un escritor que, desde su residencia
en una universidad del gélido y ventoso Toronto, sueña con
vivir una nueva oportunidad. Sambra sugiere la reconciliación posible
y la recuperación de un espacio perdido. No se incorporar a la cofradía
de incrédulos que, como ocurre justamente con el redactor de esta
presentación, no se considera exiliado sino emigrante. Y desde la
aplacible comodidad de mi casa de campo en Toledo, no piense jamás
en el regreso. Ni siquiera en tomarme las molestias burocráticas
de una visita. Con el respecto que me merecen las ilusiones no compartidas
y la recompensa de haber leído quince narraciones bien escritas y
engrandadas como una totalidad, me complace recomendar la lectura de este
libro de cuentos breves e invitar a los lectores, tanto al sensato como
al intransigente, a participar de una sensibilidad que con seguridad no
les dejará indiferentes.
DANIEL IGLESIAS KENNEDY*